Ante la
carta publicada en el Deia hoy mismo por Ana Puente, de EHIGE, hemos decidido responder con esta otra carta, que esperemos nos la
publiquen el jueves o el viernes. En caso contrario,
denunciaríamos la censura informativa del Deia y enviaríamos la carta al resto
de los medios de comunicación social.
Respuesta
Estos días hemos leído en DEIA el artículo de Ana Puente, titulado “Confieso que soy laica”. Ana Puente dice que su campaña, financiada con fondos públicos, se titula “Por una escuela pública laica… la religión fuera del horario lectivo”. Quizá quiere decir por una escuela pública no confesional, como se plantea en el resto de Europa, pues Francia es una excepción, y suele tenerse como norma, incluso en Alsacia-Lorena, actualmente francesa, existe la religión en la escuela pública no confesional.
Afirma que la campaña ha
gustado a las familias. Si pretende representar a todas las familias de la
escuela pública vasca, hay más de un veinte por ciento a la que parece no
representar. Porque parece, además, que ese es el único problema que existe en
la escuela pública vasca para una asociación que pretende representar a todas
las familias. Quizá falta contar cómo se ha presionado a algunas familias para
que no se apunten en esa campaña de “religión cero”. Claro, tu hija va a ser la
única. Claro, quienes se apuntan a la religión van a fastidiar a los demás… ¿Y
tú, no vas a ser de ese tipo de gente no?
Nadie ha negado que en la alternativa a la religión
no se eduque explícitamente en valores, pero esa criminalización de la
asignatura de la religión cuando educa en valores tiene algo de excluyente. Y
si en esa educación en valores se encuentra también la asignatura de religión,
la escuela pública será más pluralista, porque estando la religión como
asignatura es ya más democrática, pues cada año se apunta quien lo desea. ¿Por
qué no tender puentes, en vez de excluir? Lo que se quiere en realidad es
excluir a la religión católica como asignatura en la escuela pública. Que no se
hable, por favor, de ponerla una hora antes de que comiencen las clases, o una
hora después, porque estamos hablando de una asignatura con un currículo
propio.
Por lo que tienen que abogar ustedes es porque la
alternativa tenga un currículo propio y se eduque verdaderamente en valores,
que son muy necesarios en la sociedad hoy en día. Las familias que se apuntan
en la asignatura de Religión saben que sus hijos e hijas recibirán una
educación en valores; pero las que optan por la alternativa no tienen una
asignatura específica que trabaje los valores humanos.
Hoy,
en algunos sectores, se considera laicidad a la exclusión de la religión del
espacio público. La religión, desde sus orígenes, ha estado presente en el
espacio público. Es lógico que un estudio de las religiones fuera de la
opcionalidad creyente excluya la relación con el misterio y los contenidos
fundamentales se limiten al estudio de lo que se percibe como narración, el
culto, la moral, la enseñanza, el colectivo religioso, que son las mediaciones
religiosas, construcciones culturales que forman parte del patrimonio de la
humanidad y del tiempo al que pertenecen. ¿Por qué excluir que se pueda hacer
desde dentro? Los contenidos de las religiones son formas de pensamiento con
estructuras y funcionamiento propios. Las formas de expresión del pensamiento
religioso se concretan en un lenguaje propio que es el lenguaje de los mitos,
el culto, el juicio moral y un sentido propio en la interpretación de la
realidad que utiliza esquemas lógicos del lenguaje racional y que propicia un
esquema de significación propio. Esa interpretación subjetiva no es verificable
y no existe para la persona no creyente, aunque para una persona creyente sea
un sí. Pero si es imprescindible pedir a las religiones que no se pongan por
encima de los saberes profanos y que sepan utilizar consecuentemente los
avances de las ciencias humanas, de la misma forma hay que ser consecuentes y no falsear los datos sobre el
pensamiento religioso. En ésta, como en
todas las áreas de conocimiento, hay que tener en cuenta las capacidades o
estructuras mentales de conocimiento que posee el alumnado en cada etapa de su
desarrollo. Lo fundamental, especialmente en las primeras etapas, no es saber
qué es lo más importante de cada religión sino cuáles son los conocimientos
adecuados a las estructuras mentales o capacidades de conocimiento del
alumnado. Eso es lo que debe preocupar a una asociación de familias. Los
contenidos de las religiones surgen en la mente de las personas, en sus
diferentes etapas, como resultado de un contacto con la realidad, sus
construcciones mentales parten de las capacidades personales en las que van
definiendo su propia identidad: crecer, elegir, no tener miedo, estar triste o
alegre, cuidar las cosas, vivir en grupo, dar y prestar, las peleas, las
mentiras, la relación con el mundo… En estas y otras acciones se realizan las
preguntas de sentido y aunque son los modelos adultos los esquemas de
significación que dan sentido a los modos de vida, pueden entrar en diálogo y
confrontarse con los modelos que presentan las narraciones míticas, las
acciones de culto y las normas morales. La clase de religión no se presenta en
abstracto, con sus definiciones, porque ha de adaptarse a cada proceso
educativo escolar. Será necesario también analizar el presente y abrirse al
pensamiento socializado, donde está presente la función simbólica del
pensamiento. Así, los signos cultuales, las narraciones, y los modelos de
conducta de su entorno pueden ser analizados desde sus intereses. La tarea
educativa es encontrar respuestas de sentido desde la capacidad cognoscitiva de
cada cual.
Naturalmente que la Iglesia no es la única
respuesta a las preguntas de sentido, pero da la impresión de que, desde
algunos sectores, su respuesta, una entre otras, no es aceptable, y quizá ahí
radique el problema de quienes hablan de respeto y tolerancia. Es iluminador
que Ana Puente, ante las preguntas de sentido hable de “dudas”.
¿Qué es, Ana, la objetividad cuando hablamos de la
historia? ¿La de quien se encuentra en el Consejo Escolar? ¡Qué sería de
Europa, por no ir más allá, si la
Iglesia no se hubiese preocupado por la educación! Cuando
todavía no existía el estado como hoy se entiende, la Iglesia se ocupaba de esa
necesidad perentoria, como es la educación.
Que nuestros jóvenes y nuestra sociedad no saca
precisamente un diez en valores no lo han dicho sólo los obispos. Y que en
nuestra escuela pública y concertada se produce una formación integral,
“asegurada por la ley”, como dice Ana, parece resultar una afirmación demasiado
atrevida, al menos. Y es que tenemos un serio problema social, pero no porque
se da clase de religión, y lo tenemos tanto entre quienes acuden a clase de
religión como entre quienes no lo hacen, y sobre todo porque aquí parece que la
solución a este problema es sacar a la religión católica de la escuela pública.
Y por supuesto que los valores no son patrimonio de ninguna confesión, pero
resulta al menos poco respetuoso considerar que una confesión determinada
transmite valores inaceptables.
Se habla, también, de competencia, cuando se quiere
decir competitividad. Ahora resulta que
la competencia lectora o científica, el índice temprano de abandono, el
desaprovechamiento de “estudiantes excelentes”, como dice Ana Puente, y cómo
responder a la diversidad dentro de las aulas se resuelve quitando la clase de
religión del horario escolar. Y no habla de una educación en competencias, sino
de necesitar más tiempo para adquirir las competencias de cada materia. En fin,
determinado alumnado va a ser más competitivo de ahora en
adelante. Es un nuevo dogma, pero interesante.
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