Hemos de agradecer a los compañeros
de la Plataforma de Navarra que hayan compartido esta noticia y destacarla
entre las numerosas noticias que nos rodean.
En
el contexto actual, es interesante recuperar esta reflexión con el fin de
suscitar una reflexión seria sobre el vacío que se está creando en las escuelas
cero horas. Que haya generaciones enteras analfabetas religiosas no es un
avance social, sino un retroceso. Esperemos que entre todos y todas podamos
poner fin a este vacío cultural.
La estadounidense Camille Paglia, profesora de
Humanidades en la
Universidad de las Artes (Filadelfia), valora altamente la
importancia del conocimiento de las religiones para cualquier graduado en
educación superior. De hecho, entiende que “la religión comparada es el
verdadero multiculturalismo, y debe instalarse en el core curriculum de todo
programa universitario”.
En
una entrevista para Spectator, la investigadora critica la tendencia a excluir
la religión de la enseñanza. “Desde mi punto de vista, tanto de atea como de
profesora universitaria, el humanismo secular ha sido un fracaso total.
Demasiados jóvenes educados en hogares liberales y acomodados están llegando a
los colegios de élite y a la universidad con personalidades sin formar,
marcadas por la frivolidad y con perspectivas sorprendentemente estrechas
acerca de la existencia humana, confinadas a políticas identitarias
incendiarias y divisivas”.
Paglia
recuerda que, en la contracultura de los 60, floreció el interés por el
hinduismo y el budismo, “pero gradualmente se disipó, en buena medida porque
aquellos que se decían atraídos por la ‘conciencia cósmica’ quedaron
incapacitados por el consumo excesivo de drogas”.
“Estoy
convencida –subraya– de que toda persona educada debe estar familiarizada con
los textos sagrados, con los rituales y el sistema de símbolos de las grandes
religiones del mundo – hinduismo, budismo, judeo-cristianismo e islam–, y de
que sin tales conocimientos no puede haber una verdadera perspectiva global”,
que permita comprender las distintas culturas.
En tal sentido, critica lo que
denomina la “religión” de los campus universitarios de hoy día: el nihilismo,
“un postestructuralismo destructor de los significados, cuyo ídolo, el monótono
Foucault , tenía un conocimiento cercano a cero de cualquier cosa anterior o
que fuera más allá de la
Ilustración europea”.