El
debate secular entre Fe y Ciencia, al parecer nunca definitivamente resuelto,
se ha visto inopinadamente atizado al publicarse el currículo de Religión de
aplicación en la LOMCE. Celosos guardianes del nuevo fuego sagrado y
desencantados del antiguo, por igual, claman y reclaman respeto y sumisión a la
única doctrina que merece tal nombre en la alborada del verdadero conocimiento,
el científico. En un artículo de regusto entre ácido y amargo (El Correo
06.03.15), el señor Pello Salaburu aborda una serie de aspectos que conciernen
a la religión, a su tratamiento como asignatura en la LOMCE y al perjuicio que,
a su juicio, va a causar en la formación científica del alumnado.
A
lo largo del artículo el señor Salaburu hace una comparación entre religión y ciencia. Coincidimos con él en las
consecuencias desastrosas que el mal uso de la religión ha causado a lo largo
de la historia. Pero detengámonos ahora un momento a observar las consecuencias
que el mal uso de la ciencia ha causado en sus pocos siglos de historia, y
respondamos honestamente, ¿se puede mantener después de Hiroshima, que “gracias
a la religión se ha matado de forma más eficaz”?
El señor Salaburu nos advierte del
“ataque directo y despiadado a la ciencia” y del perjuicio que puede causar al
alumnado en su formación científica la implantación del nuevo currículo de
religión con la LOMCE. Toma como muestra un texto que dice: “Reconoce con asombro y se esfuerza por comprender el origen divino
del cosmos y distingue que no proviene del caos o el azar”.
Veamos.
Más allá de la redacción, más o menos acertada, ¿puede alguien decirnos qué
verdad científica contradice esa enseñanza? ¿Es la afirmación implícita de un
Dios creador? Si así fuera, no sería fácil ver por qué. La existencia de un
Dios creador es una creencia común entre las religiones, y así se enseña en las
escuelas europeas. A diferencia de las teorías científicas las creencias
religiosas de esa envergadura, por su propia naturaleza, ni pueden ni tienen
que demostrarse científicamente. ¿O se está sugiriendo acaso que las proposiciones
“el cosmos es producto del azar”, o “el universo proviene del caos” son de
carácter científico? Afirmaciones de ese tipo son metafísica pura, fuera del
alcance del método científico, supuestos útiles quizá para el estímulo del
pensamiento del investigador. En ningún caso verdades científicas. Y no son
pocos los que consideran el concepto de “azar” un mal sustituto del “dios tapa
agujeros” de la teología.
Tampoco
se entiende muy bien por qué el estudio de Darwin haya de ser incompatible con
la fe en un Dios que actúa en la historia. Sencillamente ambos discursos, el
científico y el religioso, tratan con diferentes planos de la realidad y harían
bien en mantenerse cada uno en su propio ámbito (como acertadamente aconsejaba
Galileo). La teoría de la evolución, más que poder explicativo tiene poder
descriptivo. Nos ofrece bellamente una especie de crónica de sucesos, cómo de
unos entes previos aparecen otros entes con unas propiedades absolutamente
nuevas que nunca antes habían existido. Pues bien, en la visión unitaria de
todo ese largo proceso evolutivo, en el asombro que produce la elevación del
polvo de estrellas a espíritu humano, se muestra la dimensión religiosa, “lo
místico”, que podría decir Wittgenstein, el “enigma turbador” según Popper, “el
milagro” de Einstein, para quien el sentimiento de inmenso asombro o tedio ante
la maravilla del universo era cuestión de actitud vital.
Sabemos
que el lenguaje que acabamos de utilizar no tiene carácter científico, pero es
que el lenguaje científico es para la ciencia. El dogmatismo, antes de raíz
religiosa entre nosotros, que forzó a Galileo a retractarse del heliocentrismo,
deviene ahora frecuentemente de raíz científica, cuando trata de imponer,
también en la educación, una visión del mundo como científicamente cierta. Animamos
a buscar con más éxito en el currículo afirmaciones que colisionen con tesis
científicas. (No confundir con afirmaciones de científicos que como muchos otros,
a veces, confunden saber y creer: creen que saben lo que sólo creen.)
Efectivamente,
el caso Galileo, apasionante, entra en el currículo de religión. Considerando
que ya en 1992 el Papa Juan Pablo II pidió perdón por la condena injusta
aplicada a Galileo, ¿por qué habría de enseñar el profesor de religión algo que
desmintiera lo enseñado por el de historia? Debidamente contextualizado el
estudio del caso Galileo muestra las limitaciones humanas, históricas y
culturales, cuando se enfrenta al conocimiento de la realidad. Paradójicamente,
Galileo atinaba cuando decía que la Biblia no debía interpretarse de manera
literal, como hacía la Iglesia, y Belarmino acertaba cuando negaba la
concepción realista de las teorías científicas, que defendía Galileo.
El
señor Salaburu acusa al ministro Wert de ir contra el sentido común porque la
asignatura de religión “será materia evaluable, contará como nota media y
valdrá para obtener una beca”. No vamos a defender ahora el sentido común del
ministro, pero puntualicemos. La asignatura de religión ha sido evaluable desde
la Transición. El ministro Wert está aplicando en la LOMCE lo que cabe inferir
con buen juicio de los Acuerdos Iglesia Estado, que caracterizan a la
asignatura de religión como fundamental.
Por cierto, el sentido común del ministro escasea cuando deja abierta la puerta
a las CCAA para que reduzcan la carga horaria de esa asignatura fundamental
hasta unos límites que permiten dudar de su legalidad.
Aquí
y en Europa la ley también reconoce el derecho de los padres a elegir para sus
hijos/as la educación que vaya de acuerdo con sus convicciones religiosas y
morales. ¿Por qué limitar entonces la educación religiosa al mero estudio del
hecho religioso, como propone el señor Salaburu?
Para
acabar, el señor Salaburu propugna recluir el asunto religioso en el ámbito de
lo privado. Nosotros pensamos que no, y otros con nosotros (Art. 18 de la DUDH;
Art. 9 del Convenio Europeo de Derechos Humanos; Art. 16.1 de la Constitución
Española). De los derechos de ciudadanía participamos todos. Creemos que a la
ría bilbaína se puede sacar todos los años a la Virgen del Carmen y ¡ay! la
Gabarra. Y a la plaza del pueblo, a los Magos, al Olentzero y al Niño.
Para referencias, Religión en la educación - Pello Salaburu
Para referencias, Religión en la educación - Pello Salaburu
FORO ERELGUNE
GONZALO BERMEJO
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